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O QUE É SER ARTISTA?
 
Clemente Padín       
 

 

Regina, tu pregunta nos lleva a un tema capital: las relaciones arte/trabajo. Por un lado, sabemos, las múltiples áreas de la actividad humana son inseparables. Por lo tanto, si en una obra de arte, los elementos estéticos cejan su primacía en aras de los políticos y/o sociales, deja de ser una obra de arte, es decir, se transforma en ese híbrido llamado "panfleto" en el cual los elementos artísticos subsumidos están al servicio de otras finalidades, en este ejemplo políticos o/y sociales. Lo mismo ocurre cuando a las movilizaciones sociales se las imbuye de propósitos políticos, etc. El arte, para serlo, debe tener preponderantemente notas estéticas o simbólicas de sustitución de lo real (la "función poética" de los estructuralistas –Jakobson- o la "función retórica" del Groupe Mu de Lieja).

Cuando se habla de "obra de arte" se nos refiere a un posible objeto, material o no, realizada por un ser peculiar llamado "artista", es decir, no de un hombre en el sentido social, sino de un ser particular derivado de aquel magma, al cual las circunstancias de la vida le han hecho ser un trabajador que trata, como todos los trabajadores, de vivir de su trabajo, el arte. No cabe duda que el artista aspira a vivir de y no para su trabajo, opción a la cual lo empuja el sistema social-económico vigente, enajenando su obra en mercancías suceptibles de ser vendidas. Es decir, sacando al arte de su función de uso para derivarla de lleno a la función de cambio, es decir, al mercado del arte, en donde pierde su valor para ganar un precio. El artista es productor de obras (no necesariamente objetos), predominantemente artísticas, en las cuales la esencia de lo humano se realiza como tal dando cuenta de su "ser en el mundo" (diría Sartre).

A través del dominio de la naturaleza y en virtud de los grandes adelantos tecnológicos en la producción mercantil, el hombre está capacitado para producir más y más productos fuera de las necesidades medias y prácticas de su existencia (si en gran parte de mundo aquéllos faltan es por la pésima distribución de la riqueza que sólo favorece a los países metropolitanos y hace morir de hambre a millones de seres). Es precisamente esa capacidad de producir excedentes (que, además, genera una brecha cada mayor entre producción y consumo) lo que permite la satisfacción de requerimientos menos concretos y urgentes, hasta llegar al nivel de las necesidades más específicamente humanas, el arte, lo simbólico, lo estético. Ni que hablar que el rol del arte no es banal sino fundamento y pilar de la progresiva (porque aún no ha terminado) "humanización" del hombre. La obra de arte desde el arranque, al partir de su condición de "producto de comunicación", al exigir la participación de, por lo menos, dos interlocutores, en situación de "diálogo" activo, impone una de las características prominentes de lo "humano", la relación social y, consecuentemente, el respeto por el "otro" al no imponer arbitrariamente su poder a través del "habla", ya sea verbal, musical, gráfica, digital, etc.

La tragedia es que el mercado del arte no supera sino que ahonda la enajenación del artista en estas formaciones sociales actuales. Por un lado, siente la necesidad imperiosa, casi biológica, de crear y expresar su esencia (y, a la vez, legitimarse como "hombre/mujer") y, por el otro, comprueba dramáticamente la situación a la cual está sometido por el mercado, el cual le obliga a abjurar de su aspiración a expresarse por las exigencias de la moda que mejor se avenga a sus vicisitudes (en el mejor de los casos su "moda" si consigue imponerla con el auxilio de la industria). En otras palabras, el artista se ve obligado a trabajar para el arte y no a vivir de su arte. Los caminos subalternos de profundizar y asumir la contradicción, negando lo mejor de sí mismo y producir directamente para el mercado o trabajar asalariadamente fuera del área de la actividad artística, para conservar la independencia estética, son opciones que conllevan los mismos riesgos, pues no resuelven el problema, ni personal ni socialmente.

La solución de estos problemas no está en manos de los artistas, interrumpiendo o no su trabajo, trabajando o no en circuitos alternativos, sino en la transformación y cambio de lo que ha permitido la degradación y desvirtuación del arte de su verdadera función: la comunicación. Es decir, la enajenación del artista en relación a su trabajo, se solucionará cuando la sociedad en la que vive revierta los objetivos de la producción social, del lucro y la ganancia a la plena y real satisfacción de las necesidades humanas.

Por ello los artistas no son seres especiales o iluminados por alguna entelequia. Son seres normales a los que se les induce a reconocer, reafirmar y legitimar el poder vigente al hacerles creer que son, únicamente, asalariados al servicio del mercado del arte (por lo cual están en situación de vender su fuerza de trabajo) y no seres que aspiran, como todos, a vivir de su trabajo sin tener que legitimar las estructuras socio-económicas actuales, es decir, a perpetuar la injusticia ínsita en este sistema que le pone precio hasta al aire que se respira. Si la naturaleza humana nos impulsa a expresar nuestra esencia en tanto "hombres/mujeres" a través de esas actividades simbólicas llamadas "artísticas" no es posible derivarlas a un marco en donde nieguen aquella esencia.